El siguiente método de tortura era comúnmente conocido como el potro o ecúleo. Este artilugio consistía en que el prisionero o acusado, era atado de pies y manos a una superficie, la cual estaba conectada a un torno que al girar iba estirando las extremidades, llegando a dislocarlas o en casos muy extremos, a arrancarlas.
Esta tortura fue utilizada por la Inquisición española en el siglo XVI, pero se le dio un giro, un cambio. En este caso, no consistía en atar las extremidades del acusado, sino que se ataban las cuerdas en torno al cuerpo del “protagonista”, el cual sentía que con cada giro del torno, se le iban hincando poco a poco las cuerdas (cuerdas de esparto), atravesando la carne. En el caso de que el reo no estuviese dispuesto a colaborar, se podía optar por mojar las cuerdas, con lo cual, acababan por encogerse y se clavaban más rápidamente. Se cree que fue una de las torturas más utilizadas, junto con la Garrucha o El tormento del agua (hablaremos de ellas más adelante), y que aproximadamente empezó a perder “popularidad” entorno al siglo XVIII.
Dejaré por aquí abajo un enlace que puede servir de ejemplo. Se trata de una escena de la serie Isabel, con comentarios incluidos. No deja de ser una serie, así que no se emocionen mucho, que todos sabemos como son estas cosas.
http://www.rtve.es/drmn/embed/video/2085107
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